domingo, 27 de mayo de 2007

Hay gente para todos los gustos

Que es una verdad de Perogrullo es algo que nadie me tiene que advertir, ya lo sé comprender yo solita, que al fin y al cabo, una ha tenido estudios y ha meditado mucho sobre el asunto: hay gente para todos los gustos o, mejor dicho, hay gente con gustos de todas las clases.
Yo últimamente estoy conociendo una gente con una imaginación, una inventiva y una gracia que es para descubrirse, en caso, claro está, de que uno o una (vamos a lo moderno y políticamente correcto) vaya por ahí con un sombrero encasquetado y quién habla de sombrero habla de gorra, capirote de nazareno, pañuelo de pirata o similar. Lo que es menda, como no me levante la tapa de los sesos, me temo que me quedo igual, lo que no quita para que mi admiración sea lo mismico de sincera, oigan.
A toda esa gente tan magnífica, en el campo del humorismo gráfico, la pintura y la literatura, la estoy conociendo, no directamente, sino a través del blog de Santiago Delgado y también del de Álvaro Peña. Para mí, descubrir tal entusiasmo por lo bien pensado, ese "sacarle punta" al lápiz que nos pinta la vida- tan cochina a veces- es algo fantástico. Les agradezco que estén ahí, agradezco, simplemente, que están. De vez en cuando, los visito. Es algo recomendable, de hecho, se lo recomiendo a todos los que lean estas humildes líneas.

domingo, 20 de mayo de 2007

Prehistoria y Ladrillohistoria

A los niños de antes se les decía en el colegio -cuando aún eran tiernos alevines de estudiante- que una ardilla podia cruzar la Península Ibérica por completo, de norte a sur, de este a oeste, saltando de la copa de un árbol a la copa de otro, sin necesidad de tocar el suelo ni una vez. Tal era la densidad de arbolado con que contaba la vieja piel de toro.
Bien, pues tengo una noticia, aunque no demasiado buena, segun se mire: Una ardilla puede realizar hoy en día la misma proeza. Me refiero, naturalmente, a la de cruzar la Península Mártir sin tocar el suelo.
- No dirá usted por la abundancia de árboles que tenemos- me arguye el sabelotodo de turno.
- No señor, de árboles no hablo ahora, pero fíjese usted y calcule distancias y verá que la ardillica podría saltar, dale que te pego, de una pluma de esas de la construcción a otra, porque mira que tenemos de esas en todos los sitios...
-¡Ah! Tiene usted razón. Pero la pega es que el animalico tiene que pegar los saltos a una altura más que considerable. Y sin red. Y claro, la cosa tiene su intríngulis, que una mala caída...
-Eso sí. Pero no quita para que la ardilla que tenga valor, lo pueda hacer.
-Ahí ¿ve usted? no puedo llevarle la contraria.
-Pues eso.

domingo, 13 de mayo de 2007

Lectores en la arena

Llega el calor a estas tierras cálidas, por no llamarlas ardorosas. La playa invita al relax con su música rumorosa de mar y su brisa perfumada se sal y yodo. A todos estos indudables atractivos hay quien suma el aderezo extraordinariamente sabroso de la lectura. A mí me encanta ver a la gente con un libro en la mano, amplificando su disfrute y haciendo misterioso el horizonte, gracias a ese sencillo sortilegio que cabe en cualquier bolso o incluso en el bolsillo. Me refiero, naturalmente, al libro, que es , en mi opinión, un objeto mágico, puesto que permite algo tan sugestivo como es viajar en el tiempo y en el espacio. Además es tan generosos que permite ser abandonado a ratos o por temporada. Prueben la experiencia. Dejen el libro bajo la sombrilla playera, vayan a darse un estupendo baño. Verán cómo el libro los espera.

martes, 1 de mayo de 2007

Escribir es respirar a traves de la palabra

Algunas veces, bastantes a decir verdad, pienso en la ingente cantidad de obras literarias que se han escrito a lo largo de la Historia. Desde que el ser humano accedió a ese elaborado medio de comunicación que es la escritura, en todas sus formas conocidas, la lista de producciones del ingenio, la inventiva y la sensibilidad a través de los signos representados ha ido incrementándose sin detener su incremento en ninguna época ni en ningún país del globo terráqueo. En consecuencia, pienso que ni siquiera el más voraz lector podría llegar a leer todo lo que ha sido escrito con afán literario. De este montón ingente, la mitad al menos tendrá una calidad aceptable, otro porcentaje será bueno, otro menor será muy bueno, otro más reducido aún será excelente y por último, en la cúspide de esta especie de pirámide escalonada de la calidad literaria, habrá un número no despreciable de obras geniales. Y bien, ahora me planteo qué pasaría si nadie se molestara en añadir sus escritos a los ya existentes. Y la conclusión es que podríamos disfrutar de lo que ya tenemos, aunque desde luego no fuera deseable ese parón creativo que, por cierto, nos presentan las películas de ciencia ficción con frecuencia.
Así pues, llego a la afirmacción de que si cualquiera de los escritores que en el mundo han sido y siguen siendo guardara sus obras bajo siete llaves y no permitiera a nadie conocerlas, no pasaría absolutamente nada. Ni siquiera la obra de un escritor mediático, como los que hay actualmente, es imprescindible. Aun la mejor obra literaria- y la cuestión de que sea efectivamente la mejor es otro asunto para debatir- es solamente una más entre las otras, tan buenas como ella en opinión de otros analistas.
Por tanto, yo sé que como otros muchos escritores, yo escribo porque respiro a través de las palabras, la esencia misma del ser humano, que sin palabra, ciertamente, no lo sería.